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"No me va a quedar más remedio que ser feliz"

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La belleza de caer

A veces la vida se detiene.

A veces no sabemos cómo seguir.

La belleza de caer es para ti, si alguna vez has tenido que soltar, empezar de nuevo o aprender a escucharte.

Si buscas un espacio íntimo donde reconocerte, sin juicios.

Contiene textos breves sobre esos momentos en los que todo pesa más: el miedo, la tristeza, la ansiedad, la pérdida, el ruido…

Pero también sobre lo que llega después: la calma, el despertar y el cambio.

Un libro para leer despacio.

Para volver a él cuando lo necesites. 

Para descubrir que, a veces, caerse también es una forma de abrazarse. ♥

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La belleza de caer

A veces la vida se detiene.

A veces no sabemos cómo seguir.

La belleza de caer es para ti, si alguna vez has tenido que soltar, empezar de nuevo o aprender a escucharte.

Si buscas un espacio íntimo donde reconocerte, sin juicios.

Contiene textos breves sobre esos momentos en los que todo pesa más: el miedo, la tristeza, la ansiedad, la pérdida, el ruido…

Pero también sobre lo que llega después: la calma, el despertar y el cambio.

Un libro para leer despacio.

Para volver a él cuando lo necesites. 

Para descubrir que, a veces, caerse también es una forma de abrazarse.

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La belleza de caer

A veces la vida se detiene.

A veces no sabemos cómo seguir.

La belleza de caer es para ti, si alguna vez has tenido que soltar, empezar de nuevo o aprender a escucharte.

Si buscas un espacio íntimo donde reconocerte, sin juicios.

Contiene textos breves sobre esos momentos en los que todo pesa más: el miedo, la tristeza, la ansiedad, la pérdida, el ruido…

Pero también sobre lo que llega después: la calma, el despertar y el cambio.

Un libro para leer despacio.

Para volver a él cuando lo necesites. 

Para descubrir que, a veces, caerse también es una forma de abrazarse. 

Natalia del Río Montero, escritora y autora de "La belleza de caer".
Natalia del Río Montero, escritora y autora de "La belleza de caer".
Natalia del Río Montero, escritora y autora de "La belleza de caer".

un poco de mí|

Natalia del Río Montero

(Valladolid, 1983)

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Las palabras siempre han sido mi refugio: mi forma de entender la vida, de desenredar nudos… y soltarlos.

Con una voz íntima y firme —y siempre con música de fondo—, escribo desde la honestidad, sin pretender dar respuestas, con el único deseo de compartir emociones y escribir en palabras lo que a veces cuesta decir en voz alta.

Amante de los animales, de las causas perdidas y de quienes se atreven a sentir sin miedo. ♥

Natalia del Río Montero, escritora y autora de "La belleza de caer".

un poco de mí|

Natalia del Río Montero

(Valladolid, 1983)

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Las palabras siempre han sido mi refugio: mi forma de entender la vida, de desenredar nudos… y soltarlos.

Con una voz íntima y firme —y siempre con música de fondo—, escribo desde la honestidad, sin pretender dar respuestas, con el único deseo de compartir emociones y escribir en palabras lo que a veces cuesta decir en voz alta.

Amante de los animales, de las causas perdidas y de quienes se atreven a sentir sin miedo. ♥

Natalia del Río Montero, escritora y autora de "La belleza de caer".

un poco de mí|

Natalia del Río Montero

(Valladolid, 1983)

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Las palabras siempre han sido mi refugio: mi forma de entender la vida, de desenredar nudos… y soltarlos.

Con una voz íntima y firme —y siempre con música de fondo—, escribo desde la honestidad, sin pretender dar respuestas, con el único deseo de compartir emociones y escribir en palabras lo que a veces cuesta decir en voz alta.

Amante de los animales, de las causas perdidas y de quienes se atreven a sentir sin miedo. ♥

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Carrito de compra

La belleza de caer

Natalia del Río Montero

- Fragmento -

Querido lector:

Gracias por estar aquí.
En estas páginas no te propongo una historia lineal ni una receta
de superación.
Es un viaje emocional. Acompañado.
Una caída necesaria.
Una reconstrucción, a tu manera y con tus tiempos.
He reunido más de diez años de textos, de confesiones, de nudos
en el estómago, de miedos, dudas… y también de esperanza.
La belleza existe, siempre. En tus equivocaciones, en tus
contradicciones y en tus impulsos de valentía.
Y, si en algún momento, mientras lees, sientes que algo de aquí
también es tuyo, habremos caído juntos. Y también volado.
Porque sí, la belleza existe.
Y, sobre todo, en la caída.

10

Querido lector:

Gracias por estar aquí.
En estas páginas no te propongo una historia lineal ni una receta
de superación.
Es un viaje emocional. Acompañado.
Una caída necesaria.
Una reconstrucción, a tu manera y con tus tiempos.
He reunido más de diez años de textos, de confesiones, de nudos
en el estómago, de miedos, dudas… y también de esperanza.
La belleza existe, siempre. En tus equivocaciones, en tus
contradicciones y en tus impulsos de valentía.
Y, si en algún momento, mientras lees, sientes que algo de aquí
también es tuyo, habremos caído juntos. Y también volado.
Porque sí, la belleza existe.
Y, sobre todo, en la caída.

10
El llanto

Me hizo sentir que yo era la culpable

Él me observaba desde lejos.

Estudiaba mis movimientos para encontrar mi punto débil.

Yo no había hecho más que quererle, para al final tenerle miedo.

Este sería el cuento:

«El príncipe azul encuentra a su princesa. Virgen y pura. Inocente,
joven e inexperta. Rebosante de energía. Preciosa.

Años después, él se encargó de arrancarle cada gota de vida.»

La princesa se convierte en presa. Y el cazador afila sus garras.

Ahora es suya, se alimenta de su alma hasta que la vacía.

Se deshace de los restos cuando ya no queda nada de ella, en
busca de nuevo sustento.

No eres culpable. Aunque se esfuercen en hacértelo creer.

No. Y esto es lo único que tienes que grabarte en los huesos.

15
El llanto

Me hizo sentir que yo era la culpable

Él me observaba desde lejos.

Estudiaba mis movimientos para encontrar mi punto débil.

Yo no había hecho más que quererle, para al final tenerle miedo.

Este sería el cuento:

«El príncipe azul encuentra a su princesa. Virgen y pura. Inocente,
joven e inexperta. Rebosante de energía. Preciosa.

Años después, él se encargó de arrancarle cada gota de vida.»

La princesa se convierte en presa. Y el cazador afila sus garras.

Ahora es suya, se alimenta de su alma hasta que la vacía.

Se deshace de los restos cuando ya no queda nada de ella, en
busca de nuevo sustento.

No eres culpable. Aunque se esfuercen en hacértelo creer.

 

No. Y esto es lo único que tienes que grabarte en los huesos.

15
El ruido

Lo había confundido todo

El deseo lo cambié por necesidad.
El amor, por obsesión.
La pasión, por la entrega desmedida y sin sentido.
El perdón, por la culpa, la decepción.
Porque sí, tuve culpa.
Culpa por haber dejado que alguien me destrozara.
Culpa por dejarme engañar, por creer en los cuentos que tenían
un final feliz, cuando entrelíneas ya se leía que no habría perdices
para comer.
Yo. La del futuro brillante, la de la luz propia, había permitido
que me arrancaran toda mi inocencia y mis sueños.
Había consentido gritos, amenazas, insultos, desprecios, marcas
en el cuerpo.
Yo, me quise tan poquito, que dejé que me mataran por dentro,
aunque siguiera respirando aparentemente por fuera.
Lo siento.
Me pido perdón.

33
El ruido

Lo había confundido todo

El deseo lo cambié por necesidad.
El amor, por obsesión.
La pasión, por la entrega desmedida y sin sentido.
El perdón, por la culpa, la decepción.
Porque sí, tuve culpa.
Culpa por haber dejado que alguien me destrozara.
Culpa por dejarme engañar, por creer en los cuentos que tenían
un final feliz, cuando entrelíneas ya se leía que no habría perdices
para comer.
Yo. La del futuro brillante, la de la luz propia, había permitido
que me arrancaran toda mi inocencia y mis sueños.
Había consentido gritos, amenazas, insultos, desprecios, marcas
en el cuerpo.
Yo, me quise tan poquito, que dejé que me mataran por dentro,
aunque siguiera respirando aparentemente por fuera.
Lo siento.
Me pido perdón.

33
El ruido

Recuerdo algo que leí hace un tiempo: «Mientras no encuentres
el amor en ti, amarás con amor que no es tuyo, y te amarán con
un amor que no es para ti».

34
El ruido

Recuerdo algo que leí hace un tiempo: «Mientras no encuentres
el amor en ti, amarás con amor que no es tuyo, y te amarán con
un amor que no es para ti».

34
El ruido

Equilibrista

Imagino mi vida como una cuerda delgada, suspendida en el
vacío que se crea entre lo que soy y lo que quiero ser.
Si miro hacia arriba, se abre un cielo inmenso, azul, iluminado.
Si agacho la cabeza, percibo el abismo, la oscuridad y el frío
estremecedor.
Hay momentos en los que cruzo esa cuerda firme, sin vacilar,
porque tengo fuertes convicciones que me sostienen.
Otros, se afloja y me tambaleo buscando el equilibrio con
dificultad, mientras siento que dudo de todo, de lo que acepto,
de lo que callo y, sobre todo, de mí.
Mientras camino, cargo un saco invisible de preguntas, culpa y
dependencia. Y busco, sin descanso, mi mejor versión.
Y es agotador.
A veces siento que no merezco más, que lo que me rodea es mejor
que yo. Otras, abro los brazos e intento abarcar todo el oxígeno
que me envuelve.
La libertad, no es caminar sin miedo. Es saber que puedes caer y,
aun así, avanzar.

36
El ruido

Equilibrista

Imagino mi vida como una cuerda delgada, suspendida en el
vacío que se crea entre lo que soy y lo que quiero ser.
Si miro hacia arriba, se abre un cielo inmenso, azul, iluminado.
Si agacho la cabeza, percibo el abismo, la oscuridad y el frío
estremecedor.
Hay momentos en los que cruzo esa cuerda firme, sin vacilar,
porque tengo fuertes convicciones que me sostienen.
Otros, se afloja y me tambaleo buscando el equilibrio con
dificultad, mientras siento que dudo de todo, de lo que acepto,
de lo que callo y, sobre todo, de mí.
Mientras camino, cargo un saco invisible de preguntas, culpa y
dependencia. Y busco, sin descanso, mi mejor versión.
Y es agotador.
A veces siento que no merezco más, que lo que me rodea es mejor
que yo. Otras, abro los brazos e intento abarcar todo el oxígeno
que me envuelve.
La libertad, no es caminar sin miedo. Es saber que puedes caer y,
aun así, avanzar.

36
El ruido

Nací libre, pero, durante el trayecto, me he ido encadenando a
personas, a expectativas, a versiones de mí que dejaron de tener
valor y sentido.
Sin embargo, solo cuando la cuerda se afloja y ves que sus nudos
no son tan fuertes, entiendes lo que necesitas aprender.
Sí, es agotador. Pero, aun así, prefiero ser una equilibrista.

37
El ruido

Nací libre, pero, durante el trayecto, me he ido encadenando a
personas, a expectativas, a versiones de mí que dejaron de tener
valor y sentido.
Sin embargo, solo cuando la cuerda se afloja y ves que sus nudos
no son tan fuertes, entiendes lo que necesitas aprender.
Sí, es agotador. Pero, aun así, prefiero ser una equilibrista.

37
El ruido

Aquellas últimas veces

La última vez que acariciaste su mano.
La última vez que la viste sonreír.
La última vez que viste su nombre en tu teléfono.
La última vez que te hizo sentir pequeña.
La última vez que no te escuchaste, que no pediste ayuda.
Momentos fugaces.
De haberlo sabido, hubiera sujetado su mano con más fuerza y
dejado que su pelo se mezclara entre mis dedos, lentamente, de
forma consciente.
Hubiera alargado su sonrisa con cualquier excusa, hasta convertirla
en una carcajada sonora. Para seguir escuchándola en mi cabeza.
No hubiera cruzado esa puerta sintiendo que mi mundo se
terminaba.
Y, con total seguridad, me hubiera perdonado antes.
Son las últimas veces, pero no lo sabes.

43
El ruido

Aquellas últimas veces

La última vez que acariciaste su mano.
La última vez que la viste sonreír.
La última vez que viste su nombre en tu teléfono.
La última vez que te hizo sentir pequeña.
La última vez que no te escuchaste, que no pediste ayuda.
Momentos fugaces.
De haberlo sabido, hubiera sujetado su mano con más fuerza y
dejado que su pelo se mezclara entre mis dedos, lentamente, de
forma consciente.
Hubiera alargado su sonrisa con cualquier excusa, hasta convertirla
en una carcajada sonora. Para seguir escuchándola en mi cabeza.
No hubiera cruzado esa puerta sintiendo que mi mundo se
terminaba.
Y, con total seguridad, me hubiera perdonado antes.
Son las últimas veces, pero no lo sabes.

43
El despertar

Alto el fuego. Me rindo

Me pesa el escudo.
Me escuece la sonrisa.
Estoy agotada de cargar con tanta protección.
Voy a dejar que el agua corra, me limpie, me purifique, hecha un
ovillo, abrazándome las rodillas.
Tengo la necesidad de descalzarme y soltar la mochila.
Sentir que soy solo yo, sin cargas ni preguntas sin respuesta.
Igual que cuando llegué por primera vez. Desnuda. Libre.
Estoy agotada de defenderme.
Qué equivocada estaba, mirando hacia fuera y olvidándome de lo
más importante, de la esencia, del ser.
Alto el fuego.
Tiro las armas.
Me arranco la armadura y solo respiro.
No ha cambiado nada: el peligro sigue fuera, las dudas, las
preocupaciones.
Lo que realmente ha cambiado es que me enfrento a ello de otra
manera. Vulnerable y expuesta.
Pero más fuerte que nunca.

69
El despertar

Alto el fuego. Me rindo

Me pesa el escudo.
Me escuece la sonrisa.
Estoy agotada de cargar con tanta protección.
Voy a dejar que el agua corra, me limpie, me purifique, hecha un
ovillo, abrazándome las rodillas.
Tengo la necesidad de descalzarme y soltar la mochila.
Sentir que soy solo yo, sin cargas ni preguntas sin respuesta.
Igual que cuando llegué por primera vez. Desnuda. Libre.
Estoy agotada de defenderme.
Qué equivocada estaba, mirando hacia fuera y olvidándome de lo
más importante, de la esencia, del ser.
Alto el fuego.
Tiro las armas.
Me arranco la armadura y solo respiro.
No ha cambiado nada: el peligro sigue fuera, las dudas, las
preocupaciones.
Lo que realmente ha cambiado es que me enfrento a ello de otra
manera. Vulnerable y expuesta.
Pero más fuerte que nunca.

69
El despertar

Y si tropiezo, lo hago ligera. Sin equipaje. Sin más peso que el de
mi cuerpo.
Sin miedo.
Y que sea lo que sea.

70
El despertar

Y si tropiezo, lo hago ligera. Sin equipaje. Sin más peso que el de
mi cuerpo.
Sin miedo.
Y que sea lo que sea.

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